Ricardo, está sentado en el faro de Ortiguera, tiene toda una costa fantastica a un lado y el Atlantico al frente, él lo percibe pero no lo ve.
Estoy segura que está disfrutando del olor del monte, la caricia del aire, el sonido del mar y otras mil cosas que a los demás nos pasan desapercibidas.
Desde que lo conozco he aprendido a oir la música con los ojos cerrados.
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